En la lengua rusa, la palabra magia, tiene la misma raíz que yo puedo. La persona mágica es la que crea la idea y es capaz de realizarla en el plano físico
Categoría: Blog
Si, es cierto. En la blogosfera las marcas personales llegan más lejos. Somos medio y mensaje, canal y usuario.
En realidad esto del branding existe desde siempre, sólo que tuvo diferentes nombres según los diferentes períodos históricos. Los griegos para referirse a la representación social elegían el término “personae” , persona/personaje, lo siento mucho, pero es así. Somos y parecemos. Esta es la cuestión. Cuanto más nos parecemos a nosotros mismos, cuánto más originales, consistentes y con mayor valor añadido más fuerte nuestra marca.
Las redes sociales nos dan la gran oportunidad de compartir identidades, nombres y reputaciones. Nos permiten sumarnos a una gran coral donde cada voz se acopla a la gran sinfonía colaborativa. ¿Y el director dónde está? El director somos cada uno de nosotros mismos, los usuarios. De la noche a la mañana nos hicimos todos mayores de edad.
Al respecto nos dice Joan Jiménez, alguien a quien admiro por su inmenso poder de convocatoria, y descubrí en un Networking de Barcelona activa : “A partir de ahora deberíamos evolucionar el concepto “Marca” hasta entenderla simplemente como lo que pensamos de una persona o entidad, independientemente de si sus objetivos son económicos o sociales. Las personas a partir de ahora se convierten además de emisor o receptor, en el recipiente que determina la validez del mensaje.
En este nuevo ecosistema social, comunicativo y multidireccional… es una simple cuestión de supervivencia que las marcas “comerciales” se “humanicen” y las marcas “personales” asuman su nuevo poder y su nueva responsabilidad.
Es la hora del Branding Social: Ahora todos somos marcas, todos somos medios, todos somos agencias y todos somos… producto”.
El branding bien entendido comienza por casa
Los conócete a tí mismo, sé fiel a tí mismo o haz en tí mismo el cambio que deseas ver en el mundo están a la orden del día. Desde Tales, que es como decir desde siempre, aunque el siempre es desde el big bang, y ve tu a saber, existe la pulsión por mirar en nuestro interior para encontrar las claves del liderazgo. Que nada vendrá de afuera ya es una afirmación de la que comienzo a dudar por remanida, pero la semana pasada conocí a Joan Jimenez, un chico encantador que dio una charla organizada por Interacció, sobre Reputación «2.0» para empresarios y emprendedores y me hizo volver a pensar en la identidad como condición de la existencia en este mundo. Ya no vamos a hablar de liderazgo, sino de supervivencia.
Somos marcas, si, no caben dudas. Y en este estado del mundo, que se nos hizo tan pequeño y las redes nos dan la gran oportunidad de vincularnos, de hacer y deshacer negocios y vida privada, pareciera que de lo único que se trata es de ser consistentes a lo largo del tiempo. ¿Acaso no es el principal atributo de una marca? Aunque también lo son el valor añadido y la diferenciación. Y la transparencia. Este último atributo tiene los diez años del manifiesto Cluetrain, el que a modo de John Hus, quien clavara en la puerta de la iglesia el primer manifiesto contra la ambición de la iglesia del siglo XIII, nos dice que como usuarios tenemos todo el poder en la red, vivan las 2.0, 3.0, y lo que venga. Aunque el atributo en cuestión es tan viejo como Adán y más necesario que el agua mineral. Volviendo a Joan Jimenez, él está seguro de que la actitud de Transparencia lejos de ser una amenaza para los proyectos empresariales es una gran oportunidad para alcanzar la excelencia, evolucionar y avanzar.
«La Transparencia provoca la disciplina de la Coherencia y genera Confianza»y esta es nuestra mejor publicidad, porque la Confianza es contagiosa». Estamos todos de acuerdo.
Eduardo Punset hace referencia a las dificultades cada vez mayores para concentrarnos en una sola tarea.
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El Ingenio no se parece a ninguna tienda más que a sí misma. ¿O acaso es frecuente encontrarse con un cabezudo, a pocos metros de la puerta principal? A dos pasos, las letras gimnásticas de Joan Brossa dan fe que la tienda hace honor a su nombre. Y estos son apenas los primeros gestos de una magia que no acaba de descifrarse en el ínfimo tiempo de una compra. En la estrechez de la calle Rauric, lleva 170 años produciendo objetos que encierran felicidad: Juegos y elementos de diversión de madera y metal antiguos, disfraces, cajas de música, ninots, malabares, máquinas de humo, singulares instrumentos musicales. Es una tienda de lo insólito, donde cada objeto remite a una fiesta, a una noche de teatro o una celebración. Aunque de por si El Ingenio es un espectáculo en si mismo.
¿Los redactores tenemos la palabra?
Que en la publicidad la imagen ejerció una dictadura sobre el texto nadie lo pone en duda. Recuerdo que en los años 80 un compañero diseñador con quién compartíamos la autoría de un diario para el Goethe Institut, eliminó sin consultarme el párrafo inicial del texto, porque según él «la mancha asfixiaba la página», y la imagen pedía a gritos «más aire». Para quien no lo sabe la mancha no era nada más ni nada menos mis cinco horas de trabajo peleando con las palabras para entregar al lector un texto más o menos decente.
Para una redactora vehemente, como me recuerdo en el pasado, eso resultaba una afrenta. Y aquella no ha sido la primera ni la última que debí resistir. Pero, ahora que ya he aceptado que para muchos diseñadores las palabras son un «tropezón» en la sopa, el bien amado mundo TIC nos reivindica. Como usuarios de la red, que somos, tenemos la palabra. Desde el manifiesto Cluetrain en adelante no quedan dudas que en las 2.0 sólo hay conversaciones. Y que yo sepa, occidente conversa con palabras. No es así en el caso de los japoneses, mi amiga Keiko me comentó varias veces que no hay peor regaño que el de una madre japonesa, porque reprende con los ojos. Sigamos:
El oficio de redactor vuelve a tener color. Y la escritura corporativa mucho más. Quien no sabe escribir la tiene mal en el mundo del bloguismo, en el maravilloso mundo de los 2.0 , y en el de 3.0 también. Finalmente los contenidos vuelven a tener su peso específico, porque si se trata de intercambiar ideas, no podemos expresarlas con una imagen, aunque valga más que mil palabras. Para vincularnos en la red, para hacer relaciones duraderas en el tiempo, para hacer negocios, debemos exponernos. Y hasta donde se las palabras son las expresión del pensamiento.
Las plataformas virtuales nos han regalado un nuevo escenario, donde la cultura de la imagen, ha decidido compartir democráticamente con la cultura de las palabras. ¿Estaremos avanzando al territorio de la cultura del contenido?
«¿Es el consumidor racional o irracional? Esta no es la pregunta correcta a hacer. El consumidor es un ser humano, influenciado por su experiencia pasada. Sus normas socioculturales, actitudes y hábitos, así como su pertenencia a grupos, todo ello influencia sus decisiones. í‰l es capaz de preferir atajos, seguir reglas empíricas y comportarse de manera rutinaria. Pero también es capaz de actuar inteligentemente. Cuando él siente que realmente importa, deliberará y elegirá con lo mejor de su habilidad»
George Katona
Al pan, pan ¡Y masa madre!
Del libro «Nueva cocina catalana, de la tradición a la innovación. Patrocinio Vichy Catalán. Editor Buffet & Ambigú»
Entrevista a Xavier Puigseslloses i Company
Nora Pojomovsky, Escritora corporativa
La masa madre es mi secreto
De pequeño estuve a punto de morir tapado de harina. Apenas sabía andar, me caí patas arriba y quedé tirado en una tinaja muy grande, donde estaban los fermentos. Desde allí sigo peleando con la harina a ver quien gana.
Mi padre fue panadero. Yo soy panadero. Antes no existía la separación entre horario familiar y horario laboral. Igual comíamos en el obrador que jugábamos al lado del horno. El panadero era como un pastor rodeado de sus ovejas. Era nuestra vida. Siempre estabas rodeado de masa y mientras esperábamos el leudado, comíamos y mientras la masa fermentaba echábamos una siesta y si hacía frío empezábamos más tarde. Todo giraba entorno de la masa. Los panaderos teníamos cerdos detrás de la panadería y las sobras de la panadería iban para el corral. Se ganaba poquísimo. No hay ahora un panadero con c… para aguantar la vida que llevaba mi padre con lo que él ganaba. Hacer el fuego, limpiar el horno, la carbonilla se pasaba por un cedazo para vender el carbón pequeño para barbacoa. Eso era pesadísimo.
«Yo no soy responsable de que me atraigan simultáneamente el campo y la ciudad, la tradición y el futuro; de que me encante el arte nuevo y me extasíe el antiguo; de que me vuelva loco la retórica hecha, y me torne más loco el capricho de volver a hacérmela -nueva- para mi uso personal e intransferible»
Gerardo Diego