¿Para qué hacer tu biografía de empresa?

La Biografía de empresa

 

Las historias nos gustan a todos. ¿Quién no quiere saber más y más de aquello que le agrada? Prueba de ello es que cuando hago una biografía de empresa la gente la devora. Queremos saber, descubrir, ir más allá en la vida de nuestras marcas.

Mi oficio comenzó cuando un cliente expresó que quería dar a conocer la vida de su empresa. Y me di cuenta que se había adelantado a un antiguo deseo mío. Sé que cuanto más cercanos somos más nos aprecian.  Así fue como se dio la oportunidad de mostrar, incluso a la competencia, una trayectoria que desborda la vida de fundadores y sucesores. Hay un país, una época, unas costumbres, unos estilos, unas modas.  Mi tarea es crear un punto de encuentro donde confluya todo. Mi oficio hace que cada biografía esté hilvanada con esa magia que prolonga la vida de una empresa a veces hasta llegar a la quinta generación. Mi intención es dejar constancia de la huella que dejan las personas con coraje al emprender su vuelo.

 

¿Para qué sirve?

 

La biografía de empresa alumbra los hechos, los aprendizajes y los sueños de cada empresa. No es una obra literaria, sino el testimonio de los protagonistas del hacer de dos o varias generaciones. El escritor corporativo debe saber mirar lo que se ve y lo que está detrás de la apariencia.

Resalta las competencias esenciales que dan vitalidad a la empresa. El relato pone en su verdadero lugar  el sentido de una comunidad, da cuenta de dónde venimos,  nuestro estar aquí y ahora y los proyectos a futuro.

Las empresas longevas ven como algo muy importante las relaciones a largo plazo con los clientes, proveedores, empleados y la comunidad donde se encuentran. Las  empresas más antiguas tienen un fuerte sentido de la identidad corporativa. «Estas empresas son muy intencionales a la hora de expresar lo que es su negocio, cuáles son sus valores, y en compartirlo con los clientes y proveedores. Son también muy intencionales acerca de educar a los empleados acerca de ello.»

Sería bueno que los empresarios tuvieran y difundieran la conciencia histórica de que el país no empezó ayer, ni acabará mañana. Que sigue en construcción, más allá de los entusiasmos y decepciones coyunturales. Y que el horizonte constructivo es de siglos, no de sexenios.