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¿De qué escriben los jóvenes?

Precariedad laboral, inmigración, relaciones provisionales, desorden, miedo e inestabilidad son algunas de las constantes que se descubren en la literatura que hacen estos escritores catalanes que hoy tienen entre treinta y cuarenta años. El redactor de la Vanguardia Cultural Josep Massot, los reunió en la plaza del Sol y estas son algunas de sus conclusiones. Sus relatos son fragmentarios, la mirada instantánea, casi fotográfica, y al mismo tiempo discontinua, formados en las redes sociales, en la colaboración y el culto al individuo. Los autores jóvenes leen con más soltura en otras lenguas, son más dependientes de la imagen, y en su literatura se expresa.

Diez autores nacidos en el postfranquismo narran en catalán un mundo más precario y acelerado | Lucia Ramis: «Todo es provisional para nosotros: el trabajo, las parejas o los pisos» | Pere Antoni Pons: «Los mileuristas son conformistas, benevolentes y más frívolos» | Najat El Hachmi: «Creemos que hemos resuelto la cuestión de la mujer y no es verdad» | Edgar Cantero: «Mis influencias, más que literarias, son la televisión y los cómics norteamericanos» | Bel Olid: «Explico problemas sentimentales de dos chicas homosexuales con normalidad total» | Joan Todó: «Somos más dependientes de la imagen, hacemos una literatura más visual».

Son diferentes entre sí, tienen visiones del mundo muy distintas y ninguno de ellos comparte sus estrategias narrativas, pero tienen en común que todos ellos han nacido a partir de 1975, el año en que murió Franco, y escriben en catalán. ¿Son, realmente, sus únicos rasgos en común? ¿Renueva su obra la cadena literaria? La Vanguardia seleccionó a diez escritores menores de 35 años. Los reunió en la plaza del Sol y allí se conocieron por primera vez. Eran las dos de la tarde. Se levantaron del bar caída ya la noche.

«La fecha de nacimiento no quiere decir nada. Hay escritores jóvenes que son más carcas que otros con más edad», dice Pere Antoni Pons, mallorquín nacido en 1980. «El rasgo común es que no tenemos rasgos comunes», según Borja Bagunyà. «La generación anterior, Monzó o Pàmies, ya rompieron con la tradición y a nosotros no nos quedan referentes tradicionales contra los que rebelarnos», comenta Najat El Hachmi, marrroquí nacida en 1979. «Estamos tratando aún de digerir aquella herencia, cansados de tanto relativismo, pero no sabemos qué códigos de valores cimentar después de que se lo hayan cargado todo».

El Hachmi ve en el tema de la feminidad un rasgo distintivo significativo: «En mi narrativa suelo contrastar realidades y formas de vivir diferentes por personas que viven de espaldas unas a otras. Yo traté en mi primera novela una historia familiar de inmigración y el choque entre padre e hija y en la segunda una historia más interior de sexualidad en femenino. Vivimos en una sociedad que cree que ha resuelto la cuestión de la mujer y no es verdad».

Bel Olid, de la cosecha de 1977, señala que «más que querer diferenciarme, intento decir lo que quiero decir a mi manera, con plena libertad; es decir, sin barreras de género, sin preocuparme de si es novela, prosa poética o teatro. Y en cuanto a los temas, a mí me gusta la obra de Jeannette Winterson, es para mí un cierto modelo, y creo que aporto una visión de la homosexualidad difícil de encontrar en la novela catalana, los poblemas sentimentales de dos mujeres tratados con normalidad total, como los de cualquier pareja, sin sentimientos de culpa o vergüenza».

Los autores jóvenes leen con más soltura que antes en otras lenguas directamente y han nacido ya en el apogeo de las nuevas tecnologías. «Nosotros hemos mamado más televisión e internet que, por ejemplo, la generación de Monzó y esto se nota mucho en nuestro funcionamiento mental. Ahora somos más dependientes de la imagen, hacemos una literatura más visual», cree Joan Todó, nacido en La Sènia en 1977 y que vive en Barcelona desde 1995.

Llucia Ramis, mallorquina nacida el 23 de abril de 1977, lo tiene muy claro. «Todos somos distintos, pero un rasgo muy frecuente es que escribimos narraciones más egocéntricas. Partimos del yo y esto creo que se debe a internet, donde te haces aparecer en facebook, en los blogs, como si fueras el centro de la Red, de esa gran telaraña, donde tejes tus relaciones con más exhibicionismo que voyeurismo». La autora de Egosurfing cree que «muchos de nosotros jugamos a la autoficción; el punto de vista egocéntrico tiene más importancia que la estructura narrativa. En las novelas clásicas el personaje tiene un pasado y evoluciona, se reinventa, va cambiando hasta llegar al presente. Ahora no, el personaje vive siempre el presente, va a los mismos bares que el autor y vive sus mismas experiencias. En internet no encontramos una sucesión cronológica, sino mera instantaneidad, todo pasa aquí y ahora, y esto conduce a una estructura narrativa de lo fragmentario».

Llucia Ramis observa que los autores de treinta años cuentan historias de gente de treinta años. «Llevamos una vida desordenada, provisional, sabemos lo no queremos, pero no lo que queremos. Todo es provisional, el trabajo, las parejas, los pisos. No tenemos estabilidad y esto te lleva a la ansiedad, nadie te toma en serio, somos fijos discontinuos, eternos becarios, con el cartel de free, como los taxis, disponibles para cualquier cosa. Y en cuanto al amor, claro que nos gustaría un amor romántico, pero siempre con poco compromiso. Somos hedonistas que no sabemos hacer sacrificios ni siquiera por los hijos. Muchas parejas se separan con hijos de tres o cuatro años».

Pere Antoni Pons cree que «el impacto de las nuevas tecnologías y de facebook, Twitter o del teléfono móvil en la literatura no se concreta en formas nuevas ni en cambios sustanciales de argumentos. Todo se ha hecho más acelerado, más rapido que cuando se utilizaba el telegrama, y la influencia que más crece hoy es la del cine y del mundo audiovisual. En las generaciones anteriores ya era un elemento importante, pero ahora es consustancial a nosotros, forma parte de nuestro ADN, cuando por ejemplo autores como Porcel tenían una mirada que era aún pictórica».

Pons considera que la precariedad laboral de su generación no es una novedad. «Pregunta a nuestros padres cómo levantaron una familia con dos o tres trabajos mal pagados. La generación mileurista no ha dado un Steinbeck ni una crítica social. Son generalmente conformistas y benevolentes, más frívolos, lo que tenemos en común es que todos somos muy diferentes, excepto algunos amigos que compartimos referencias y consejos. No somos tan ilusos como para creer que nos ganaremos la vida escribiendo en catalán».

Pere Antoni Pons opina que a diferencia de generaciones anteriores, «tenemos claro que una novela ambiciosa no tiene por qué tener como referencia el Ulises de Joyce, una obra extraordinaria, ni jugar con el texto, sino contar historias pobladas por personajes identificables por el lector y que entretengan al lector».

Edgar Cantero, nacido en Barcelona en 1981, dibujante y guionista de El Jueves, sorprendió con Dormir amb Winona Ryder y ahora publica Vallvi (de Vallvidrera). Estudió Humanidades en la Pompeu Fabra y alterna lecturas de Borges con autores como Chesterton, pero sus mayores influencias están en la televisión y en el cómic, como Jamie Hewlett, creador de la hsitorieta Tank Girl y las carátulas de Gorillaz, la banda de Damon Albarn. «En Vallvi parto de una vivencia personal para después echarle imaginación». Cantero no quiere saver nada de teorías o de conceptualizaciones de su literatura. «Yo crecí con Bola de drac», comenta sin querer alardear de antiintelectual ni marcarse una boutade. Si se le pregunta por Pla, encoge los hombros y confiesa que no ha leído las novelas de Joan Miquel Oliver o de la generación Nocilla, aunque sí se siente próximo a Eloy Fernández Porta, el teórico del Afterpop. En Vallvi hay superhéroes punk y supermalvados, incluso una tira de cómic, dibujada por Jordi Marc. A Cantero le preocupa la precariedad de su generación, pero con su novela prefiere «sólo entretener: mi modelo es Estados Unidos, los libros, las historietas y las películas que quieren entretener. Si mi novela tiene alguna crítica social y si aparece la corrupción, se trata de un elemento secundario de la trama, como la presión demográfica que Barcelona y Sant Cugat ejercen sobre Vallvidrera, en cuanto a destrucción del paisaje»,

Sebastià Jovani, nacido en Barcelona en 1977, está considerado como uno de los renovadores del lenguaje narrativo catalán. Licenciado en filosofía, poeta y autodenominado sommelier, es uno de los responsables del Dispositiu Lem y de Gràcia Territori Sonor. En Llibres de l’Índex ha publicado Los libros del diablo. Integra la célula de intervención cultural Usted es un Colectivo. En Emulsió de ferro, su novela negra-dadá, utiliza un peculiar lenguaje con múltiples referencias que descubrir, desde Kosmas a Víctor Neige. El polo opuesto a Cantero sería Víctor García Tur, nacido en Barcelona en 1981, diseñador, que con su libro de cuentos Twistanschauung busca renovar la experimentación literaria. En su blog pueden leerse algunos de sus relatos, en los que combina texto con elementos tipográficos.

Servirse de la fórmula de la novela negra para narrar historias diversas es un recurso que se utiliza con asiduidad. Otro es la multiplicidad de lenguajes. Cantero se quejó de que el manuscrito de Dormir amb Winona Ryder hubiera sufrido una criba para estandarizar el catalán ortodoxo.

Bel Olid cree que ya Monzó dinamitó las opciones lingüísticas normativas del catalán. «Yo soy profesora de lengua y nada me impide escribir agobiar en lugar de atabalar siempre que sea justificado, al igual que cuando hago hablar a inmigrantes andaluces no utilizo siempre el castellano normativo». Pere Bagunyà dice que su literatura «es verbal, nada visual. Mi estilo es neurótico poético y escribo desde la palabra, con la palabra y contra la palabra relatos que van de un realismo mínimo a lo fantástico».

Otra cuestión es la facilidad con la que ahora los jóvenes acceden a publicar sus textos y el relajamiento de las editoriales a la hora de exigir más calidad a sus autores. Algunos tienen una primera y única obra notable.

«Muchos,más que escribir, lo que quieren es ser escritores. A un arquitecto se le exigen conocimientos y ahora cualquiera que tenga cierto dominio de la lengua ya ve publicados sus libros», dice Najat.

Josep Massot, de La Vanguardia Cultural.