Quiero compartir un pequeño trozo del libro La Caravana.
La Caravana es un libro de viajes. Unos son largas travesías por sendas reales. Otros por el interior de nosotros mismos. Y los más, hacia donde más impacta la cuenta de resultados: en los paradigmas de los líderes que hacen las empresas.
Pero en todos los casos La Caravana es una metáfora de la transformación. Nadie está cómodo en su lugar. Todos se mueven para alcanzar un sueño.
En este afán unos van a escapar de la barbarie en los amaneceres del nazismo europeo. Otros harán el recorrido por el continente africano para abrazarlo antes del destierro. Y otros viajan hacia el interior de sí mismos donde el espejo pregunta con insistencia: ¿Qué vas a hacer para mejorar?
Hace más de cincuenta años un niño de siete años y su hermana de cinco acompañaron a sus padres durante largos 18000 kilómetros por las rutas de una África incierta, rotunda y generosa. Mirando hacia atrás esta aventura, en los comienzos de la vida del coach Robert Karro, es la que dará sentido a estos diálogos que hemos mantenido acerca de cuáles son las condiciones para que las empresas cambien y en qué debiera sostenerse el liderazgo.
Quien escribe hizo su propio viaje. Mi participación en los trainings estaba pautada sólo a los efectos del reportaje para la redacción posterior del libro, pero, las preguntas calaban hondo y varias veces me encontré desmantelada ante el incesante preguntar de Robert Karro.
El acto de lectura es un misterio, quién sabe en qué trayecto La Caravana le descubre que el viaje vale la pena. Sólo podemos adelantarle que cada itinerario ha sido previamente validado por el principal protagonista. Quien a su vez y por un exceso de cuidado quiere hacer saber que sus opiniones son absolutamente personales y en ellas no participa la empresa de coaching MRC a la que pertenece y co-lidera.
Así es que tres viajes hizo el coach. Uno hacia los demás, cuando África se abrió sin miramientos hasta hacer nido en su corazón. Otro hacia sí mismo cuando su voz interior le preguntó que estaba dispuesto a hacer para cambiar y un tercer viaje hasta ahora interminable con directivos de empresa que voluntariamente buscan dejar su zona de confort y asumen riesgos que a veces vulneran sus propios límites.
Nadie está quieto en este libro. Nadie está en su trinchera. Hablamos de personas que han debido salir de su zona de confort para estar en primera línea de fuego de sus vidas.
El mismo Coach, Robert Karro, descubre su doloroso tránsito hasta alcanzar su sueño: influir positivamente en la vida de la gente para ayudarles a despertar su talento.
Este descubrimiento abre la puerta a un nuevo mundo, una dimensión personal inimaginable que provee un sentido a lo que hacemos y mejora la vida en las empresas. Es un convencido optimista. “Las empresas están cambiando, nos dice. Los directivos van advirtiendo que su entorno puede cambiar si se disponen a revisar y cambiar sus paradigmas. La capacidad de transformación es el royalty más valioso que tenemos; es el motor más poderoso que se puede transferir a las personas para su propio crecimiento y así hasta humanizar la vida de las empresas”.
Si sólo trabajamos para cumplir con nuestros objetivos personales tendremos asegurado un éxito momentáneo. Pero si somos capaces de conectar con una misión grupal crearemos efectividad a largo plazo. El paso a la interdependencia mejora nuestras vidas, nuestras familias y nuestras empresas.
La clave es la conectividad. No se hace efectiva por email, por teléfono, o por las redes sociales, sino por la creación de arterias espirituales que van más allá de la palabra emitida y la emoción compartida. Mucho más allá de los acuerdos forzados de las negociaciones, y de los actos conciliatorios donde las partes ceden para resolver un conflicto, mientras esgrimen el trillado argumento de “ganar-ganar”, aunque en el fondo ambos sientan que han perdido.
La arteria espiritual se basa sobre valores compartidos, principios y conductas que existen desde el origen de la vida. Valores que no provienen de la mente sino del corazón, sólo así es posible que todos ganen, porque nadie está primero.
El propósito de este libro puede ser excesivamente pretencioso, en la medida que el deseo del Coach no se limita a abrir el coeficiente emocional e intelectual sino el espiritual, dando el valor que este tiene.
He observado-nos dice Robert- que cuando te transformas no puedes volver atrás: Estás obligado. Ante un conflicto, una negociación o una simple reunión aprendes a reaccionar de modo distinto porque te han demostrado qué técnicas e influencias son oportunas y necesarias, por tanto tu capacidad de mejora como manager da muchos pasos adelante y consigues que tus equipos hagan porque hará bien al conjunto y no porque lo ordena el jefe. Esas dos cosas, marcan la diferencia en tu día a día.
Unos a otros pueden mejorar sus áreas de influencia. Si alguien puede mejorar su vida, en gratitud aportará salud a sus relaciones familiares y laborales, así mejorará todo el entorno. A través de mi caminata hacia ellos soy una herramienta para que puedan encajar las piezas de su vida. Esta es mi misión personal”.
Para Robert aquí no hay iluminados, estamos en la cuerda floja unos más que otros, unos necesitan en determinadas etapas de su evolución ser coaches, otros coachees, nadie puede estar fijo en su rol de modo permanente porque comienza a ser víctima del primer freno del proceso de mejora, que es la soberbia. La responsabilidad nos hace cooperar unos con otros y es allí donde se hace patente la transformación.